Y haberlos los había de todas las edades, pintas y estatus. No duramos ni una hora allí dentro, cansadas de la cantidad de testosterona que había flotando por el aire.
El sábado siguiente hicimos exactamente lo mismo y en los mismos lugares, pero en coleta, vaqueros, zapatillas y con la cara lavada.
Como si fuéramos al campo. Nunca había visto a Bárbara sin maquillar. Fue como cuando en las revistas te encuentras a Eva Longoria, Jennifer López o Mila Kunis sin una gota de base y dices: «¡Oh sí, son normales!».
Ese día lo pasamos súper tranquilas, sin buitres, ni teléfonos de camareros, ni agobios en la disco. Sólo nos llevamos un par de «qué chicas más guapas» en el Bar Pepe de rigor y el Facebook de un chico muy simpático que conocimos en la barra.
Y sí, ante nuestra pregunta, él nos dijo que prefería a las mujeres sin maquillar. No pudimos hacer otra cosa que reírnos en su cara.