Al natural

0
625

El primer sábado teníamos que ir con vestido, tacones y maquilladísimas cual escopeta de Homer (bueno, no tanto). Yo ya sabía cómo iba a ser aquel día, que ya había pasado muchos así desde que conozco a Bárbara.

Ya en el restaurante, el camarero empezó a tontear con ella, y acabó apuntándole su número en una servilleta cuando nos traía los postres. En el museo, nos estuvieron persiguiendo un grupo de veinteañeros estudiantes de Historia del Arte, a los que por lo visto les interesaba más la anatomía que los propios cuadros.

Luego, fuimos a una terraza a tomar algo, donde de nuevo Bárbara se llevó el teléfono del camarero. Y el del chico de la mesa de al lado, que no paraba de guiñarle un ojo y hacerle gestos obscenos con la lengua.

A medida que avanzaba la noche aún eran más los buitres que nos acechaban. Hasta el punto de encontrarnos en la discoteca rodeadas por una multitud de hombres babosos intentando atacar.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.