Lo peor de mi trabajo no tiene que ver con mi trabajo, sino con las ideas y estereotipos que el común denominador de la población tiene sobre él.
Y por este motivo es tan importante coger la batuta y de vez en cuando salir ahí fuera y decir «¡Eh! ¡Que antes de ser actriz porno, soy persona! Que voy a hacer la compra, y me gusta recolectar conchas de la playa cuando voy de vacaciones. Que cuando me acuesto llevo un pijama con pelotillas, no un picardías transparente. Que me gusta hablar de novelas gráficas y de cómo la última de Tarantino me ha puesto los pelos de punta. Que soy más (¡Mucho más!) que un cuerpo con agujeros para penetrar.»
He aprendido a afrontar mis problemas a la hora de ligar con una actitud calmada, relajada. No busco líos de una noche, que para eso ya tengo sexo casual todos los días delante de las cámaras, sino una conexión mental interesante que nos pueda aportar cosas a ambas partes. Y aunque me haya vuelto perezosa y de vez en cuando me entren arrebatos de frustración desenfrenada, cuando doy con una persona con la que conecto de verdad siento que he encontrado una aguja en un pajar. Y la espera merece la pena.