La actriz porno que critica la hipocresía de una sociedad sin Educación Sexual

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La historia del porno es, a su manera, la historia de la humanidad. Siglo tras siglo las sociedades han impuesto normas, parámetros y valores en lo que concierne a las relaciones interpersonales y sexuales entre individuos. Proporcionalmente, designar cómo debería alguien actuar frente a éstas, en aras de ser aceptado y no juzgado colectivamente, sólo puede significar reprimir sus deseos. En definitiva, solapar gran parte de la naturaleza humana es el primer paso de la construcción de la sociedad. Sin importar el país de origen, la raza o credo, existen ciertas similitudes, aunque con sus variantes, sobre la moral y las reglas generalizadas que debemos respetar, seguir o por lo menos disimular cumplir en este ámbito.

En la década de 1950 empezaron a surgir movimientos intelectuales que desafiaron y revisaron las tradiciones socioculturales respecto del comportamiento sexual humano. Aspectos como la desnudez, las relaciones premaritales, la homosexualidad y el matrimonio entre personas del mismo sexo pasaron a ser el foco de la mentalidad evolutiva de las mujeres y los hombres en los años 60. La moral impuesta de la sociedad se tambaleaba. La llamada Revolución Sexual o Liberación Sexual sentó las bases para debates que se mantienen en la actualidad. Mucho ha cambiado desde entonces, pero en pleno siglo XXI el grueso de la civilización permanece estigmatizado por tradiciones patriarcales y por la incomprensión hacia los deseos humanos y sus vicisitudes. En resumen, aún queda muchísimo por hacer. Habrá quienes se preguntarán: pero ¿qué tiene que ver el porno, una industria que explota como un objeto la figura de la mujer, con todo esto? Tal vez indagar un poco más en el tema con estos documentales sirva para ampliar los criterios.

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