Cuando internet invadió las casas de todo el mundo la sociedad no tardó demasiado en descubrir las ventajas y diversiones de tener un buzón virtual donde recibir cartas digitales, envíos en cadena y todo tipo de invitaciones a sitios curiosos o directamente a sumideros de horas productivas.
Entre las variadas misivas que se remitían atadas a estos correos electrónicos también se encontraban en ocasiones links a páginas arcanas que aseguraban predecir la fecha y causa de la futura muerte del lector, una revelación que por lo general utilizaba datos tan complejos y necesarios para calcular la esperanza de vida como el nombre del interesado.
Se trataba de webs de dudoso gusto estético o de pequeños programas paridos en flash con una base científica tan sólida como unos cimientos de gelatina.
Con el tiempo aquellas aplicaciones y sus técnicas pitonisas de chichinabo acabarían cayendo en el olvido.
Hasta que un grupo de desarrolladores y amigos de las estadísticas decidirían años después que era necesario reavivar el morbo haciendo algo similar pero esta vez utilizando como apoyo datos reales. Asustando, pero con la ciencia jugando en su bando.