Tener una buena inteligencia emocional significa, entre otras cosas, tener claro en todo momento que las necesidades humanas van mucho más allá de las fisiológicas, como la comida o la bebida, y abarcan otras de carácter emocional. Es por eso que las personas con alta inteligencia emocional se habitúan a reflexionar sobre lo que sienten, y que tienen la misma cantidad de necesidades de este tipo que cualquier otra persona. Vigilar esta dimensión de la propia psicología da la posibilidad de ir mejorando a la hora de realizar un diagnóstico sobre los posibles conflictos emocionales que pueden generarse en uno mismo.
3. Se entrenan para identificar bien los sentimientos
De poco sirve monitorizar el estado emocional si no se sabe distinguir un tipo de emoción de otro. Es por eso que aquellas personas que destacan por tener una buena inteligencia emocional se esfuerzan por encontrar las diferencias y similitudes entre aquellos matices emocionales que sienten. Esto lo pueden hacer tanto centrándose en las propias emociones como en las de los demás, o incluso empapándose en obras de ficción en las que los personajes tengan personalidades complejas y una dimensión psicológica bien desarrollada. Además, es necesario que vayan generando un modo propio de designar estas emociones, utilizando para ello palabras que conozcan bien.