El placer conlleva un proceso de aprendizaje. Cuando descubrimos algo que nos produce frenesí, como el chocolate o incluso el alcohol, nos dejamos llevar y tendemos a pensar que cuanto más consumamos, mejor. Sin embargo, con los años, más que recurrir a un atracón de bollería industrial o a una mini de calimocho, preferimos disfrutar del momento con un buen bombón de chocolate belga o con una copa de vino de Rioja. Empezamos a valorar la calidad sobre la cantidad. Lo mismo parece ocurrir con el sexo.
Si bien apreciamos una vida sexual activa, parece que en nuestra satisfacción no influyen tanto los números como lo agradable que haya sido –o no– la experiencia. Y es que a veces es preferible un único encuentro que nos deje extasiados que tener que repetir porque nos hemos quedado a medias. Eso es lo que se desprende de un estudio publicado en el Journal of Economic Behavior & Organization en el que un equipo de investigadores de la Universidad Carnegie Mellon de Pensilvania ha estudiado la relación entre el sexo y la felicidad. Y su conclusión es: si bien existe una importante relación entre ambos factores, nuestra felicidad sexual no depende exclusivamente de la frecuencia de nuestras relaciones.