Habitualmente elegimos la estrategia de llevar una dieta hipocalórica para gastar más energía que la que ingerimos a través de los alimentos y así poder bajar de peso.
Todos conocemos la eficacia de la práctica regular de ejercicio para conseguir librarnos de los kilogramos que nos sobran. El deporte aumenta nuestro gasto energético diario, lo cual hace más fácil que el balance calórico al final del día sea negativo (comiendo menos calorías que las gastadas).
Sin embargo, ¿existen otros factores que influyan en el almacenaje de grasa sobre los que podamos actuar? El gasto energético total de un individuo es la suma de cuatro factores. Las calorías que al final del día hayas gastado se debe a:
- Gasto energético basal (GEB). Es la energía que tu cuerpo consume en reposo para mantener tus funciones vitales en óptimas condiciones. Son las reacciones celulares internas e involuntarias que mantienen tu temperatura corporal o que se ocupan de los procesos respiratorios, entre otros. El gasto energético basal se ve modificado por la edad, sexo y altura y peso. A más peso, más altura, menos edad y sexo masculino, más gasto energético basal. Por ésto, será más fácil perder más kilogramos a la semana cuantos más kilogramos te sobren, o cuánto más joven seas o si eres hombre en lugar de mujer.
- Efecto termogénico de los alimentos (ETA). Es la energía que el organismo necesita para descomponer los alimentos y llegar a utilizarlos o almacenarlos. Aunque sólo suponen alrededor del 10% del gasto calórico total, en el ETA se esconde el secreto por el que no todas las dietas con la misma cantidad calórica adelgazan por igual.
Según observó el médico e investigador español Francisco Grande Covián, “cuando una persona consume habitualmente dietas cuyo contenido en energía (expresado en calorías) es mayor que su gasto de energía, la energía en exceso sólo puede desaparecer en forma de calor o acumularse en el organismo en forma de grasa”.
Es decir, si comemos más calorías de las que gastamos, algunas de éstas calorías se almacenarán mientras que otras se eliminarán por arte de magia. Y la cantidad de calorías que se eliminan en vez de almacenarse dependerá del nutriente del que provengan.
Según los últimos estudios, el efecto termogénico de los carbohidratos y proteínas es mayor al de las grasas. La energía que se requiere para descomponer y poder llegar a utilizar los hidratos de carbono es del 10% de la ingesta consumida, y transformar estos carbohidratos en grasa para poder ser almacenada como tal supone alrededor de un 20% de las calorías consumidas.
Imagina que la dieta de ayer superó en calorías a tu gasto energético total, de tal forma que tu cuerpo dispone de 100 gramos extras de hidratos de carbono. Sabemos que 100 gramos de carbohidratos son 400 calorías, y que el 10% de estas calorías se necesitan para digerirlos. Por lo cual, nos sobran unas 360 calorías en forma de azúcares simples. Un 22% de esa energía se utiliza para transformar los monosacáridos en ácidos grasos y poder almacenarlos. Finalmente, el organismo almacena 280 calorías.
Si la dieta es rica en lípidos, y la energía sobrante se encuentra en forma de ácidos grasos, la facilidad para almacenarlos es mucho mayor, pues no requiere ningún tipo de transformación y se acumulan prácticamente las 400 calorías.
Por otra parte, son las proteínas las sustancias que mayor efecto termogénico tienen, necesitando un 20% de la energía en digerirlas frente al 10% que se requería para los hidratos de carbono. He aquí donde radica el principal motivo por el que la dietas hiperproteicas tienen tan buenos resultados en cuanto a la bajada de peso. [pullquote]El éxito de un tratamiento no sólo consiste en bajar más kilogramos, sino en defender y promover la salud[/pullquote]El éxito de un tratamiento no sólo consiste en bajar más kilogramos, sino en defender y promover la salud y los efectos secundarios que acarrean este tipo de dietas supone un precio excesivamente alto.
Factor de actividad no deportiva (NEAT)