Cuando era pequeño era un forofo incondicional de Indiana Jones. Me encantan sus películas -menos la decepcionante de los marcianos- y coleccionaba todo el merchandising que uno se pueda imaginar: vestimenta (gorro de fieltro incluido), videojuegos, libros, cromos, juguetes… y pósters.
En uno de esos pósters había una frase de reclamo que decía traducido del inglés: “Si la aventura tuviera un nombre, ese sería Indiana Jones”. Pues os puedo bien asegurar que si el doctor Jones existiera, el reloj del que vamos a hablar estaría en su muñeca.
Nada más ni nada menos que el famoso Rolex Explorer. El pequeño de los relojes deportivos de la corona. Un reloj que lleva tras de sí una increíble historia que no tiene nada que envidiar a sus hermanos Submariner, Daytona o GMT.
Me permitiréis que en este artículo solo hablemos del denominado Explorer I y dejemos para más adelante el Explorer II, dos modelos hermanos pero diferentes entre sí. El Rolex Explorer nació en 1953 en homenaje a una de las grandes hazañas de la humanidad. La conquista del techo del mundo.