Seguro que son palabras que ha oído o leído últimamente: ikigai, fika, lagom, oosouji… Describen filosofías nórdicas y orientales que supuestamente garantizan la felicidad. Han dado lugar a numerosos artículos e inspirado no pocos libros, hasta el punto de que a uno le entran ganas de ir mucho a Ikea o hincharse a sushi a ver si así es más feliz.
Nosotros también gozamos de una filosofía de vida que no solo tiene estupendos mimbres para lograr la felicidad, sino que no estaría de más que otros la copiasen.
Esa manera de ver el mundo podríamos aglutinarla en cuatro pilares: placer, contento, diversión y regocijo. Cuatro palabras con las que la RAE define un término, bonito y un tanto en desuso, que quizá convendría reivindicar para bautizar esta sensibilidad patria: holganza.También se refiere al descanso y la ausencia de trabajo (no confundir con holgazán, que tiene las mismas letras pero significa otra cosa), lo que remitiría a nuestra querida siesta.
En España nada nos mueve como la holganza. Como resume el psicólogo especializado en risoterapia José Elías Fernández González, director del Centro Joselías en Madrid: «Si España tiene algo que puede exportar al mundo es la alegría, el humor, la felicidad que nace de nuestro sol, la proximidad, el hablar con los demás«.
Reírse de todo: vía para la felicidad
Uno de los rasgos que define esa filosofía de la felicidad es la diversión. Menos de nosotros mismos, nos reímos de todo. Un saludo en la oficina no puede limitarse al «buenos días»: tiene que ir acompañado de una gracieta relacionada con el partido de anoche o una expresión de Chiquito. «Pasar haciendo bromas en cualquier sitio es un sello de identidad nuestro», opina José Elías Fernández.