Quizá nuestro trabajo nos guste mucho, tengamos verdadera vocación y compromiso cuando lo desempeñamos, e incluso, algunos podrán decir que les apasiona.
Pero más allá de este estado “ideal”, que tampoco es el de todos los trabajadores -independientemente de la actividad que desempeñen, o la jerarquía que ocupen-, la motivación no es algo lineal, matemático, con niveles siempre altos, estables y permanentes. En realidad esta energía interior llamada motivación, tiene altibajos, en algunos casos más que en otros, y causados por gran multiplicidad de causas, pero lo cierto es que los tiene.
Si partimos de esta idea, el objetivo para que nuestro trabajo sea lo más gratificante posible, es que estos niveles de motivación sean lo más estables posibles, y sobre todo, lograr que no disminuyan más allá de los límites “normales”, y que no se mantengan bajos más de la cuenta.
A algunos les parecerá que con sólo proponérselo es suficiente, pero lo cierto es que lograr niveles estables y altos de motivación, es un arte de la auto-psicología. Es por esto, que desarrollaremos algunas premisas que nos servirán de “mecanismos de defensa” para que la motivación en nuestras tareas profesionales se mantenga lo más alta posible durante la mayor cantidad de tiempo posible.
- Ten objetivos claros. No importa si nuestra jerarquía es la más alta, media o baja; todos tenemos nuestros propios objetivos, y lo ideal es que estén en concordancia con los de la empresa de la que formamos parte; que nunca los perdamos de vista, y que todo lo que hagamos esté motivado por ellos. Cuando incorporemos en nuestra mente que lograrlos será un triunfo, nuestra motivación no puede claudicar. La contracara de esto es pasarnos la vida laboral “vegetando”, actuando por inercia, “arrastrando los pies”; si nuestro trabajo nos satisface, o por lo menos “a medias”, no dejemos de recordárnoslo. Todas las mañanas es una buena opción. Nunca pierdas de vista que hasta en los ambientes más monótonos, existen motivos que hacen que valga la pena estar en ellos. Párate a pensar y encuéntralos; reemplaza los lamentos por esta búsqueda.
- Culmina las tareas que emprendes. Dejar las cosas a medias es una importante fuente de desmotivación; cuando intentemos retomarlas notaremos un peso mayor, tanto que a veces implica postergación tras postergación. El desgaste intelectual y emocional que generan estas tareas pendientes, absorbe nuestra energía motivadora. Cultiva el hábito de terminar lo que has empezado, aunque prefieras hacer otra cosa en ese momento. De esta forma pondremos a prueba nuestra capacidad de imponernos a la desgana; esta prueba se traducirá en motivación para las demás tareas.
- Prémiate por tus pequeños o grandes logros. Teniendo en cuenta que gran parte de las tareas que desempeñamos diariamente tienen sus frutos a largo plazo, siempre es positivo que reconozcamos el valor de cada pequeño logro, ya que será un peldaño más en la consecución del objetivo final. Cuando vamos al estadio a ver al club con el que simpatizamos, no festejamos sólo los goles de la final, o los de la salvación del descenso; festejamos cada gol, desde la primer fecha hasta la última. ¿Por qué no hacemos lo mismo con nuestros pequeños avances cotidianos en el ámbito laboral, profesional o de estudio? Por ejemplo, si nos asignaron un proyecto que se compone de dos etapas, y hemos culminado con resultados positivos la primera, no esperemos a entregar la segunda para premiarnos o felicitarnos por lo hecho.
- Analiza las dificultades. Como bien sabemos, en el ámbito laboral hay tantas dificultades como facilidades, y en algunos casos, más primeras que segundas. No dejemos que nuestros impulsos emocionales nos impidan evaluar las dificultades que tendremos que afrontar. Si no lo hacemos, no podremos evaluar costes ni prevenir obstáculos. Esto se puede traducir en un “pozo” de desmotivación cuando aparezcan los obstáculos, tal vez lógicos y previsibles, pero en los que ni siquiera habíamos pensado. Por eso, para evitar ese bache de desmotivación, pensemos en las dificultades casi seguras que tendremos que afrontar y en sus posibles soluciones. Esta acción mantendrá nuestra motivación en los niveles deseados.
- Organiza tu lugar de trabajo. El desorden en el lugar de trabajo nunca es recomendable, puesto que si se hace crónico derivará en caos, y el caos tiene infinidad de repercusiones negativas en las tareas que forman parte de nuestro trabajo. Aunque a muchos no les guste escucharlo, los expertos han concluido que el desorden en el entorno personal y laboral, está íntimamente relacionado con un cierto nivel de desorden interior; por lo que es necesario remarcar que la motivación no va de la mano con el desorden, no suelen ser compatibles. Múltiples estudios han relacionado al desorden con el estrés, y está bastante claro que estrés y motivación no son buenos amigos.
La decisión de aplicarnos o no estas premisas es completamente personal, y en caso de que nuestra motivación laboral no sea importante para nosotros, estas pautas están de más, sobran.