Hace pocas semanas la cadena de cine y TV bajo demanda Netflix (que esperamos que algún día llegue a nuestro país) estrenó toda de golpe la segunda temporada de la serie House of Cards. Lo que a los fans más acérrimos, como yo, nos obligó a devorar como posesos sus 13 capítulos como si no hubiera un mañana.
[pullquote]Capítulo a capítulo nos vamos adentrando en las cloacas más pestilentes de la política estadounidense, donde el honor o la bondad no tienen cabida[/pullquote]Para los que no la conozcan, podemos decir que House of Cards es la adaptación de un galardonada miniserie británica emitida en la BBC a principios de los 90 basada en una novela de Lord Dobbs sobre los entresijos de la política británica.
Obviamente la política británica poco tiene que ver con el complicado entramado lobista de EE UU, pero sobre su base subyace un halo común de corrupción y cinismo político que se reproduce en todos los sistemas parlamentarios (los españoles somos bien conscientes de ello).