Hay películas que forman parte de nuestra generación, aquellos que nacimos en los 80 y crecimos en los 90, cuando empezamos a saborear con criterio las que ahora podemos considerar nuestras películas. Hablo de los grandes films independientes de los 90, Pulp Fiction, Cadena Perpetua, El Gran Lebowski, y cómo no también Fargo, de los hermanos Coen.
Cómo olvidar esos planos del desierto nevado del deprimente medioeste americano, la cándida e imperturbable cara de Frances McDormand o las rocambolescas y divertidísimas peripecias del pusilánime William H. Macy en uno de los filmes con el humor más negro que uno recuerda.
Fargo es un mito del cine norteamericano contemporáneo, sin lugar a dudas, por este motivo que los mismos hermanos Coen nos regalen casi 20 años después una serie al más puro estilo americano es un obsequio que bien nos merecemos los seres humanos en esta realidad deprimente que nos ha tocado vivir con crisis económicas interminables y políticos con el alma más corrupta que la bilis que ellos mismos generan en nuestra sociedad.