Margaret llega a San Francisco para iniciar una nueva vida con su hija, sus maletas y sus cuadros de niños con grandes ojos. Pero parece que la ciudad es demasiado grande para ella y sus pinturas, hasta que conoce a Walter Keane.
[pullquote]La pareja protagonista está simplemente sensacional, siendo lo mejor del conjunto[/pullquote]Artista, agente inmobiliario, romántico, caballeroso; lo tiene todo para ser el marido perfecto. Y pronto, los cuadros de Margaret comienzan a ser un éxito, con un pequeño detalle: el señor Keane vende las obras como si fueran propias.
Tim Burton, quien parecía perdido entre una vorágine de FX y de proyectos que no contaban con el beneplácito de la crítica, vuelve con una película más pequeña, pero tal vez más personal en cuanto a la temática, mostrándose más contenido en cuanto al despliegue de su imaginería visual, y apenas haciendo un par de concesiones a ella: véase cierta escena donde la protagonista parece que delira, o esa otra donde coquetea con el cine de terror tanto en el uso de planos, como de la BSO, que nos remite al cine de Hitchcock.