¿No habías oído hablar de él? Todo lo que sabemos sobre el orgasmo cervical

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Si usted está leyendo este artículo, es probable que eso del orgasmo vaginal le suene a antediluviano, que el orgasmo clitoridiano lo conozca ya al dedillo (valga la redundancia) y que ande con otras cosas más exóticas como el beso de Singapur, el sexo tántrico o a saber qué. Así que si quiere probar algo nuevo, puede fijarse en el orgasmo cervical, sobre el que hay muy poco escrito pero del que cada vez se habla más en las revistas femeninas y los artículos relacionados como el sexo.

Puede que eso del orgasmo cervical le haga pensar en el movimiento del cuello al realizar sexo oral, pero estamos hablando de otra cérvix. Concretamente, del cuello uterino que comunica vagina y útero y por el cual espermatozoides y menstruación se cruzan en sus respectivos caminos. Mide unos tres centímetros de longitud y 2,5 de diámetro, y se encuentra en la parte final de la vagina. La mayor parte de publicaciones sobre el supuesto orgasmo cervical están imbuidas de cierta retórica mística: que si puede durar durante horas, que si proporciona una experiencia en la que participa todo el cuerpo en su conjunto, que si es el centro de la sexualidad femenina…

Lo importante está en el interior

No es fácil descubrir de dónde proviene este súbito interés por el orgasmo cervical, pero bien puede ser de un artículo publicado por Kim Anami, su gran defensora, en las páginas del Playboy de marzo de 2010. En él, la autora explicaba cómo aparte del orgasmo de clítoris y el del punto G, existía otro, que había descubierto gracias a sus lectoras taoístas… y a su propia experiencia. Se trataba del orgasmo cervical, “el más profundo y trascendente de todos ellos” y “el pico definitivo del placer”, capaz de conciliar el lado más físico del orgasmo clitoridiano y el emocional del punto G.

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