Comenzar con una nueva relación trae consigo una lista infinita de pruebas y desafíos. Algunas superan obstáculos y otras, simplemente, se esfuman. La convivencia matrimonial no está exenta de los conflictos propios de una relación de pareja, pero con el paso de los años los problemas se intensifican hasta el punto de provocar un distanciamiento que suele apagar la llama del amor y, en ocasiones, acaba en separación. Mantener viva la chispa significa un esfuerzo diario y remar a contracorriente ante la falta de comunicación, el desinterés o la inapetencia sexual.
Un factor que arruina muchas relaciones al principio es la tendencia a apresurar las cosas. En concreto, cuando las personas conocen a alguien que les gusta, lo ven con la mayor frecuencia posible en las primeras semanas y se emborrachan de amor. Si bien el impulso de querer estar de nuevo con el otro es comprensible, las realidades del mundo real a menudo enfatizan esas historias y hacen que se acaben.
Locos de amor
Todo comienza con la revolución de las hormonas. Apenas atiendes a razones y te autoconvences de que esa persona es la definitiva. Cuando nos lanzamos a la piscina prometiendo (y prometiéndonos) cosas de las que tan solo estamos seguros circunstancialmente, la cosa puede acabar fatal. Las prisas no son buenas consejeras y tomar decisiones precipitadas acabará en desastre cuando te quieras dar cuenta de que, en realidad, esto no es lo que querías y ni siquiera eres como la otra persona cree.