La principal diferencia estriba en que toda la dicha que se compartía con el 69 se la lleva aquí uno solo.
Un 6 y un 8…
Si quieres experimentarla, toma buena nota de cómo se hace: el activo de la pareja se tumba sobre su espalda con las rodillas ligeramente flexionadas (signo de penitentes) y dispuesto a aceptar sobre su cuerpo todo el peso del pecado. El agraciado pasivo se acostará a su vez sobre el pecho de su cómplice, con la cabeza entre las atenazantes piernas del ser que sufre, pero con los ojos mirando al cielo, dispuesto a clamarlo por si surgiera el éxtasis. Por último, el afortunado pasivo abrirá sus muslos de par en par para ofrecer su maná a la boca del sediento, que podrá explorar a gusto las secretas y oscuras vías de lo prohibido.
Si estás debajo, tendrás total acceso a los genitales del otro, desde el clítoris o el glande hasta donde la espalda pierde su nombre. Si estás encima, podrás relajar tu cuerpo sobre una fabulosa cama de mórbidas curvas para concentrarte en el repaso que te van a dar.