Ménage à trois (2)

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Tras unas cuantas noches meditando y un par de cafés con Alba (la mujer de Mario) me atreví a dar el paso y acepté la propuesta del trío. [leer la primera parte]

No era algo de lo que estaba segurísima, sólo pensarlo me producía una mezcla de vergüenza y nervios a la que no estaba acostumbrada. Pero al mismo tiempo, la curiosidad que me suscitaba podía con todo lo demás.

Quedamos el viernes por la noche, justo una semana después del peculiar reencuentro con Mario. Me enfundé en un vestido de cuero y me calcé unos taconazos de vértigo, todo aderezado con unos labios rojo intenso.

Pocas veces me había visto tan putón como aquel día, pero la ocasión lo requería. En uno de mis cafés con Alba, ésta me dijo que me tenía que poner lo más sexy posible y, dicho y hecho, me compré el conjunto de lencería más caro de la historia. Una mujer siempre se fija en esos detalles.

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