¿Tu chica te engaña?

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Dice el refrán que vale más una imagen que mil palabras. La finalidad de este artículo no es otra que demostrar cómo un simple gesto puede decir más que todas las frases excusantes del mundo. Porque cuando hablamos de cuernos y engaños, cada gesto se convierte en una prueba incriminatoria, ya que poco o nada podrás averiguar con vocablos. Si tienes la mosca detrás de la oreja y crees que tu pareja te la está pegando, atento a esta lista de señales de alarma a tener en cuenta.

[pullquote]El lenguaje corporal es el peor amigo de la mentira. Y sí, delata[/pullquote]

  • En lo primero que se nota una infidelidad femenina es en el físico. De repente, pasa del tarro de Nutella y sólo come verdura a la plancha. Viste diferente, se pone taconazos para todo, y pasa más tiempo del habitual arreglándose. No sabes si la ves más guapa o si se está convirtiendo en una desconocida.
  • Va sola a todas partes. Sale corriendo de casa diciendo que se baja a comprar leche, pan o agua cada dos por tres, aunque esté la despensa llena. Saca al perro en demasiadas ocasiones, y no te deja acompañarla, «que es un minuto». A ver, esto no quiere decir que tenga un lío cada vez que va al super, pero sí es un síntoma de que necesita espacio. 
  • De igual manera, empiezan a hacérsele las tantas en el trabajo. Que si una reunión, que si hoy no voy a cenar a casa, que si tengo mucho papeleo acumulado… Quizás, como Richard Gere en Shall we dance?, sólo está tomando clases de baile para desconectar de la rutina, pero eso significa que tú también eres rutina.
  • Hace todo tipo de gestos raros cuando le preguntas dónde ha estado: evita mirarte a los ojos, su tono de voz no es claro, frunce los labios, empieza a tocarse el cuello, arruga la nariz… El lenguaje corporal es el peor amigo de la mentira. Y sí, delata.
  • Ahora le gustan «otras cosas». Empieza a seguir el Mundial de Motociclismo los domingos (cuando siempre ha odiado los deportes), a escuchar un viejo disco de AC/DC repetidas veces (cuando hasta la fecha era fan de Pablo Alborán) y hasta el quiosquero se da cuenta de que ha cambiado su Vogue de siempre por una revista rara de modernos.
  • La comunicación ya no es como antes. No os entendéis, todo lo que dices está mal y, además, siempre está como ausente. Sus frases preferidas son «ahá», «¿ah sí?» y «qué bien». Cuando hablas, en su cerebro hay un mono tocando los platillos.
  • Se ha vuelto nomofóbica. Su lema de vida es «no sin mi móvil». No se despega de él ni a tiros, y siempre lo tiene en silencio y con claves. Aunque no puedas registrárselo, te dará muchas pistas de la clase de aventura que tiene. Si ves que mientras ojea su WhatsApp le sale la sonrisilla tonta, date por jodido.
  • Y ya, si junto a todo esto, ves que se inventa cualquier excusa para no hacer el amor, blanco y en botella: llevas unos cuernos que no pasan por la puerta.

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