Históricamente, llegó un punto en el que la sexualidad femenina cambió y se convirtió en una mucho más represiva. En Egipto, la sexualidad era igualitaria, hombres y mujeres gozaban de libertad sexual, las mujeres tenían una posición privilegiada, de hecho, existían las prostitutas sagradas. En Babilonia, por el contrario, las mujeres eran un objeto de placer, consideradas simplemente como un vientre más, ellas sólo debían encargarse del hogar, y desde ese momento y hasta muchos años después las mujeres no tenían derechos políticos.
Judíos, romanos, islamitas, católicos, indios, japoneses, buscaban a la mujer para procrear, tener hijos, que el varón disfrutara el acto, sin importar el placer femenino. El sexo se convirtió para muchas culturas, en una cuestión de practicidad. Descendencia y más manos que contribuyeran al bien común eran lo importante, mas no el disfrute de ese momento cumbre.
Sin embargo, al inicio del siglo XX el movimiento de liberación femenina propuso la igualdad entre hombres y mujeres. Los tabúes sobre el cuerpo y las capacidades sexuales femeninas comenzaron a desmitificarse. Hombres y mujeres se preocuparon por su pareja, por entender sus habilidades sexuales, por propiciar más disfrute para los dos. Con las guerras mundiales también aumentó la apertura y permisividad sexual y el sexo destacó en más ámbitos de la vida pública y privada.